El extraño caso del Señor Afilado

El señor afilado caminaba sin apenas separar las piernas. Arrastraba los pies a un ritmo rápido y constante que provocaba un frufrú exasperante en sus pantalones de pana.

Desaparecía por unos segundos en las tinieblas (frufrú, frufrú, frufrú) para volver a aparecer (frufrú, frufrú, frufrú) bajo la luz de una de las farolas que se alcanzaban a ver en ese tramo de carretera.

La chaqueta y los pantalones que cubrían la poca carne que rodeaba sus huesos, nervuda y lívida, apenas podían defenderlo del viento de aquella última noche de octubre.

Los brazos se agitaban totalmente rendidos al ritmo de su caminar y ligeramente inclinados hacia atrás por la curvatura de su espalda.

Su cabeza, en cambio, permanecía erguida y apuntando hacia delante como el último soldado en pie que arrastra al resto de sus compañeros caídos de vuelta a casa.

La luz de la farola que estaba más cerca de mí acentuó las crestas de sus pómulos y los hoyos que rodeaban sus ojos.

Hundidos y rodeados de ruina, ese par de ojos marrones, sanos, inteligentes –vivos, al fin y al cabo-, me diseccionaron durante el minuto que le llevó alcanzarme y sobrepasarme. En ningún momento su mandíbula dejó de masticar los restos de su última comida, que le chorreaban por las comisuras de la boca.

Lo contemplé alejarse carretera abajo hipnotizada, incapaz siquiera de preguntarme qué había pasado. Seguí mirando en esa dirección hasta que dejé de oír el frufrú. Seguí mirando en esa dirección hasta que empecé a oírlo a mis espaldas.

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Microrrelato enviado (y no premiado 😣😣😣) al 11º concurso de microrrelatos de terror y gore del festival de cine de terror de Molins de Rei.

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