Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro espantoso: han contestado mi carta.
No sé ni porqué la mandé en primer lugar. Supongo que me pudo el romanticismo: todo buen naufrago debe enviar un mensaje en una botella, me dije.
Claro está que las probabilidades de que encontrasen mi botella eran de una en un millón de millones, teniendo en cuenta las corrientes marinas, la dirección del viento o incluso la gula de alguna ballena.
Aquella dichosa misiva había navegado contra viento, marea y probabilidades hasta llegar a las redes de un pesquero y otra vez de vuelta hasta mi preciosa isla.
El capitán parece haber reconocido la descripción que hice del lugar: un montón de arena rodeada de agua y con unas cuantas palmeras en el centro, creo recordar. No fue un texto brillante, he de reconocer que no esperaba tener lectores.
El hombre también me insta a aguantar un poco más, se solidariza por las penurias que al parecer estoy pasando y me asegura su pronta llegada para rescatarme.
Al leer la respuesta intento recordar qué palabras exactas utilicé para dar la impresión de necesitar ayuda pero me es imposible. No fue buena idea vaciar la botella de whiskie para mandar el mensaje…
Me alarma sobremanera saber que hay alguien buscándome y por un momento he pensado en desmontar mi preciosa cabaña para volver a construir el barco que me trajo aquí. Luego recordé que, aún siguiendo los planos al dedillo, me sobraron un par de tornillos y engranajes de los que decidí deshacerme.
De todas formas es imposible que me encuentren.
***
Hoy he visto una sombra en el horizonte.
Nada hacía presagiar que el día fuera a ser desapacible: me levanté con los primeros rayos de sol, tomé una ducha y un buen desayuno, escogí a Proust para leer y me senté en mi sillón de orejas. Todo cambió a media tarde, cuando fui a nadar.
Allí estaba, amenazando mi preciado estilo de vida.
***
HECATOMBE.
Efectivamente la sombra era la del pesquero.
Tardaron apenas una hora en llegar con los botes.
Ahora que lo pienso debí aprovechar el tiempo en pensar alguna excusa para evitar que me llevasen con ellos pero me quedé petrificado viéndolos acercarse, haciéndome señas con la mano y gritando que ya había pasado todo, que pronto estaría de vuelta en casa.
Luego comenzaron a arroparme con mantas y a arrastrarme hacia su bote.
Recobré la lucidez el tiempo suficiente para correr hacia mi biblioteca y coger todos los libros que pude cargar y esconder los de Stephen King (que sólo fueron un regalo de unos primos lejanos y que nunca llegué a leer).
Los marineros me miraron desconcertados pero no se atrevieron a contrariar a una víctima aturdida.
Me han confinado a un catre piojoso en el que debo “descansar” a merced del vaivén de este gélido y maloliente navío.
El capitán ha dicho que mañana, cuando me recupere, hablará conmigo. Confío en poder hacerle comprender tan incómodo malentendido y estar de regreso en mi isla sin más incidentes.
***
¡Maldita sea! Sólo he conseguido traer conmigo dos libros de Antonio Gala y tres de Cela…
Tenía “El Resplandor” tan cerca…
No sé lo que digo…
Este trasto no deja de moverse…
***
He vuelto de mi reunión con el capitán.
Me ha hecho saber lo laborioso de mi rescate: Litros de combustible, días de faena perdidos, dos marineros han dejado de hablarse y uno ha sido regañado por su esposa al no regresar a tiempo para la boda de una prima.
De hecho me ha presentado un gráfico y ha fijado una cantidad bastante específica que sufragaría los daños económicos y morales.
Cree que lo justo es que, ya que no tengo dinero ni posesiones, devuelva el favor enrolándome en su tripulación.
No olvidaré sus palabras exactas: “Amiguiños sí, pero a vaquiña polo que vale”.
Texto enviado para la escena nº 21 del Taller de Escritura Creativa “Móntame una escena” de Literautas
Hola, Ira.
Como mañana me llegue ‘de forma anónima’ este cuento para comentarlo ‘te denuncio’ a la polisía de Literautas }:)
Que lo sepas 😉
Ups. No había caido en que publicarlo antes podía ir contra las normas… No volverá a ocurrir.
Pero no me denuncies!! Piensa en mis doce hijos y en qué será de ellos…