Un corazón

heart

Los hombres, mujeres y niños que rodeaban la hoguera no hablaban. Simplemente contemplaban las llamas elevarse como algo maravilloso.

Llevaban meses lejos de sus hogares  huyendo del ejército enemigo y, aunque lo habían dejado atrás hacía tiempo, se habían acostumbrado a permanecer en silencio sin apenas moverse.

Un joven carraspeó para aclararse la garganta y todos, menos el más anciano del grupo, le miraron.

—     Cuenta la leyenda –empezó, para asombro de los presentes- que hace muchos años, antes de que la guerra comenzase, vivía  en el Castillo de los Silencios una reina…

El anciano levantó entonces la mirada del fuego y la fijó en el joven. Creía que nadie recordaba ya el castillo.

—     Deja de hablar –imploró una mujer-. Esa historia trae mala suerte.

—     Tranquila, es sólo un cuento –respondió otra.

—     No. Mis padres la vieron en una batalla. Cabalgaba hacia el enemigo sin temer sus garras y colmillos. Nunca habían visto a un soldado correr hacía la muerte como ella. Acabó con cientos antes de que la quemasen como a una simple bruja.

El joven que había empezado a contar la historia se revolvió en su asiento y carraspeó con más fuerza esta vez.

—     Como iba diciendo, la reina vivía en el Castillo de los Silencios…

—     Dicen que fue por amor a un extranjero, ¡ni siquiera lo hizo por su patria! –puntualizó un hombre.

—     No tienes ni idea –le reprendió su mujer dándole un codazo en las costillas-. Ella debía luchar, pero su corazón quería quedarse junto a él…

—     …pero él no la correspondía –interrumpió un chico- por eso lo hizo llamar y, delante de sus narices, se arrancó el corazón del pecho y se lo entregó diciendo: “A ti te hace mucha más falta”.

—     ¡No! Claro que la quería pero…

Las voces se elevaron por primera vez desde que abandonaron sus casas.

—     Ella grabó el nombre del extranjero a fuego en su corazón y se lo dio para que, pasase lo que pasase en la batalla, su amor no se perdiese.

—     ¡Menuda mamarrachada! Ella debía luchar contra un dragón para probar su valía antes de enfrentarse el enemigo, así que se lo arrancó para que no lo oliese. Todo el mundo sabe que los dragones consideran un manjar el corazón de una virgen.

—     No creo que ese fuese el caso…

Todos rieron. El  pecho y la cara dolían al despertar músculos dormidos hacía tiempo.

El joven que había intentado contar la historia en primer lugar tuvo que dejar su mal humor a un lado y reír con los chistes sobre dragones y suegras. Por un instante su mirada se posó en el anciano. Este permanecía impasible, arrebujado en su capa.

El joven hizo un amago de levantarse para comprobar si todo iba bien pero enseguida lo descartó: Seguramente se había quedado dormido, que era a lo que dedicaba su tiempo cuando no estaban recorriendo caminos imposibles.

Ninguno supo jamás que los pensamientos del anciano bailaban en ese momento al ritmo del doble latido que sonaba en su pecho.

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