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puerta 13

 

El hombre de la bata blanca cojeaba calle arriba arrastrando un saco. La edad y sus viejas heridas hacían que se detuviese cada pocos metros, suspirase, se secase el sudor con un pañuelo raído y continuase con su marcha. Este ritmo, lento pero constante, producía un sonido monótono que adormecía al viejo hombre. En momentos como ese se preguntaba si no sería demasiado mayor para todo aquello.
La calle por la que renqueaba estaba completamente a oscuras. Sólo atisbaba algo cuando las nubes dejaban pasar la luz de la luna. A ese barrio no llegaba el gas de las farolas, no se consideraba necesario ya que no había nada hermoso que ver allí y sus habitantes preferían el amparo de la oscuridad. De todas formas se conocía el camino de memoria.
Mientras hacía un inventario mental de lo que llevaba en el saco perdió por un momento el equilibrio y cayó al suelo. Estuvo unos minutos tumbado boca abajo, tiempo suficiente para replanteárselo todo.
Había vivido una buena vida y atesoraba recuerdos maravillosos de escapadas nocturnas anteriores, ¿necesitaba realmente seguir? Podía retirarse al campo a respirar aire puro y comenzar de una vez por todas a escribir sus memorias.
La caza se había vuelto aburrida, ya no tenía secretos para él. Lo hacía sin pensar, de memoria. Estaba cansado de huir e inventar nuevas identidades, aunque ahora su aspecto lo hiciese casi invisible. Había perdido la pasión.
Era demasiado viejo. Su momento había pasado y no iba a perder los pocos años que le quedaban enseñando a cualquier mequetrefe a cómo usar un cuchillo. Eso no iba con él.
– ¡Oiga! ¿Se encuentra bien? –oyó decir a alguien.
Perfectamente. Me gusta tumbarme en los adoquines llenos de meados a la luz de la luna, gracias buen hombre.” pensó.
– No –gimió. –Ayuda.
Y se odió por ello.
Un joven bien vestido le ayudó a levantarse. Sólo le bastó un vistazo. Se fijó en sus ojos, llenos de amabilidad, que mentían descaradamente; en su voz, que fingía una calma que no existía; en sus manos que le ofrecían ayuda y estaban llenas de cortes recientes… Era un novato.
– ¿Vive por aquí cerca? –le preguntó.
“¿En serio muchacho? Soy un puto viejo que no puede moverse, en una calle oscura y vacía dónde sólo vive gente a la que le importa una mierda lo que le pase a cualquier otro ser humano, ¿y no tienes los huevos de apuñalarme aquí mismo? ¡Por favor!”
– Puedo acercarle si no se encuentra bien… -continuó al ver que el hombre no le contestaba.
– No hace falta… -empezó a decir, pero entonces se dio cuenta de algo: Ese chico había matado antes. Puede que fuese un novato pero sabía lo que era arrebatar una vida. Sintió, por primera vez en años, pasión.
Insisto.
– Bueno, puede que tengas razón. Puede que necesite que me lleves hasta mi casa. Esta aquí al lado es esa puerta, la número trece.

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